La cisma de Inglaterra es una obra de juventud de Calderón y se sitúa durante el reinado de Enrique VIII (s. XVI), cuando se encuentra casado con Catalina de Aragón y aparece Ana Bolena. La denominada entonces "Cuestión real" surge cuando el rey se encapricha de Ana y pretende disolver su matrimonio con Catalina, con la que ya tiene una hija, María. Esto termina desencadenando la ruptura con la Iglesia Romana.
Sergio Perís-Mencheta como Enrique VIII Enrique VIII por Hans Holbein, el joven
Aunque la obra parte de un hecho histórico, no se ajusta perfectamente a él. Calderón pretende dotar a la obra de un valor moralizante, y por eso deforma algunas situaciones.Se tratan temas que posteriormente aparecerán en obras mayores del dramaturgo, como el destino frente al libre albedrío o la importancia de anteponer el bien de la mayoría a los deseos individuales. En palabras de Ignacio García, director del montaje:
"¿Qué responsabilidad tiene un monarca frente al pueblo que gobierna? ¿Qué sucede cuando la máxima institución del Estado antepone sus deseos o intereses a los de su nación? ¿O cuando está mal asesorado por sus consejeros? ¿Qué espiral de caos, de violencia y de desorientación puede proyectar la corona sobre la Corte y el Estado entero? ¿Cuántas víctimas pueden quedar como rastro de un infame reinado? "
Efectivamente, son preguntas de escandalosa actualidad que nos hacen pensar y reflexionar. Al final de la obra, la respuesta es clara. Enrique VIII se arrepiente de haber repudiado a Catalina y a su hija María, y declara esta última heredera. Termina la obra con una corona sobre la cabeza de la princesa y todos los personajes repitiendo a coro una promesa de fidelidad al pueblo y a sus intereses. Un final bastante épico e impactante, buena muestra del dramatismo que impregna toda la obra.
Hasta aquí el argumento, , pero ahora toca hablar de los actores y la puesta en escena. Pepa Pedroche como Catalina está soberbia, al igual que Emilio Gavira como Pasquín, un bufón enigmático que aporta humor, sabiduría y cinismo a partes iguales. Pero en general todos los actores interpretan un gran papel, que contribuyen a elevar un texto menor y muy dramático a una gran obra teatral, todo ello por supuesto bajo la dirección de Ignacio García.
La escenografía y el vestuario merecen un aparte. Los trajes son sencillamente fabulosos y permiten ambientar perfectamente la obra. A esto también ayudan las dos músicas que tocan instrumentos tradicionales al borde del escenario durante toda la obra. La escenografía es limpia y efectiva, con efectos como los del espejo al final de la obra que aportan un toque diferente y sobre todo mucha mucha calidad.
Porque esta es la palabra que mejor define este espectáculo: calidad. Teatro clásico poco conocido, representado con mucha profesionalidad y arte. Un verdadero acierto, que no podría recomendar más.
¿Dónde? Teatro Pavón (c/ Embajadores, 9 - Metro Lavapiés, Embajadores o Tirso de Molina)
¿Cuándo? Del 27 febrero al 26 de abril de 2015
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